marzo 17, 2013

¿Quién nos defiende del defensor del lector?

Respecto de mi carta al defensor del lector del diario El País, el propio Tomás Delclós que ocupa este puesto me escribió el 8 de marzo pidiéndome autorización para utilizarla en la respuesta que estaba preparando a las críticas de muchos lectores, expresadas tanto en los comentarios de la nota en cuestión como en diversas cartas. Por supuesto, le dije que sí y añadí lo siguiente:
...el periodismo relacionado con los hechos no debe refugiarse en el equidistantismo para justificar su falta de rigor, pues acaba sirviendo de portavoz de quienes viven de la mentira. Me explico: en deportes es muy razonable que si un entrenador dice que fue penalty, se anote junto la posición de su adversario diciendo que no lo fue. Allí hay equilibrio informativo, equidad y servicio al lector, sin duda alguna. Pero en temas objetivos, demostrables, esto no vale. No es buen periodismo decir que "aunque el partido terminó 1-1 hay un astrólogo que dice que en realidad terminó "4-2" y es una opinión igual de válida. Los hechos no son opinables en sí. En este caso, no es legítimo, ni sirve al lector, poner como iguales las afirmaciones de un señor que busca energías mágicas con una varita junto a las de un físico que conoce los hechos del espectro electromagnético y los estudios sobre efectos de las ondas de telefonía móvil. Decirle al público que hay "dos posturas" y darles igual peso en lugar de explicar lo que hay detrás por qué no son igualmente válidas es una forma de desinformación que favorece a quienes venden milagros, conspiranoia y visiones distorsionadas basadas en fantasías no sólo no comprobadas, sino implausibles.
Quizá soy demasiado desconfiado, pero temiendo que finalmente esta visión espuria del periodismo irresponsable se impusiera, envié ese mismo día mi respuesta a la lista de correos que tenemos los colaboradores del blog colectivo Naukas, para que en su momento, de ser necesario, dieran fe de que la advertencia se había hecho.

Hoy, dos semanas después de la publicación del irresponsable reportaje difundiendo las afirmaciones sin bases y sensacionalistas de las empresas de Silversalud, el defensor del lector, Tomás Delclós, publica finalmente su respuesta. Léala, porque no tiene desperdicio.

¿Ya?

Bien. Dos aspectos alarmantes resultan notorios en una lectura simple. El primero es que el defensor insiste en que: "Es verdad que un grupo de expertos de la OMS (la IARC, Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer) en 2011 clasificó el uso de los móviles como 'posible carcinogénico'". Y sí. Es verdad. A medias. Y la verdad a medias es media mentira. El grupo de "posibles carcinógenos" 2B, en la clasificación de la IARC, incluye al café, trabajar en una imprenta, trabajar en la industria textil, el polvo de talco usado cerca del ano (como lo usan las madres para mantener secos a sus bebés). El grupo de trabajo dice que "podría haber un riesgo", no que lo haya. Porque no se ha identificado hasta ahora. Esto es poca base para la alarma.

Sin embargo, como bien señala Delclós en un par de ocasiones en su defensa, distintas organizaciones responsables de la salud pública han emitido recomendaciones diversas en cuanto a la potencia y exposición a estas ondas, "por si las dudas", lo cual nadie puede criticar, al contrario. Pero la pregunta importante, que ni se plantea ni responde el señor Delclós es: ¿Estas recomendaciones, que los expertos y organizaciones consideran necesarias y suficientes se están cumpliendo? Si se están cumpliendo (y sí, se están cumpliendo) entonces los niveles de protección ante la duda, la precaución necesaria, están en vigor y no hay motivo de pánico. Es decir, según los datos conocidos y atendiendo a la necesidad de más estudios, hay protecciones razonables y consideradas suficientes.

Pero lo que afirman las empresas y fundaciones de Silversalud, a contracorriente de esto, es que a) el riesgo es escandalosamente mayor del que afirman los expertos, las organizaciones de salud y los comités responsables de la sanidad pública, b) que por tanto las medidas de protección son claramente insuficientes y pueden matarle a usted y a sus hijos y c) que esto debe ser difundido por todos los medios, aunque se falseen los hechos, para vender asesorías espurias de zahoríes y productos costosísimos como un cielo de cama de 900 euros para "protegerse" de los malvados campos electromagnéticos.


Esa preocupación por las falsedades clarísimas a las que hicieron alusión numerosos comentarios en el artículo original, muchas por parte de científicos que conocen bien el tema, no se responde, dejando abierta una vez más la puerta para el pánico electromagnético y haciéndole el caldo gordo a los vendedores de amuletos mágicos que en principio marearon a su reportera (si es el caso y no se trata de un publirreportaje, asunto que no se aclara tampoco).

Pero hay un tercer asunto preocupante, alarmante y decididamente irresponsable que no es transparente en el artículo y que requiere que el lector al menos se ocupe de hacer una búsqueda en Internet. Exigido a buscar un experto en el tema, aunque fuera sólo para ese equidistantismo contra el que preveníamos tanto Manuel F. Herrador Barrios como yo y seguramente otros que expresaron su inquietud, el señor Delclós acude a Alejandro Úbeda, del que nos informa que es jefe de la unidad de Bioelectromagnetismo del hospital Ramón y Cajal.

De lo que no nos informa, y quizás debería informarnos, es que el Dr. Alejandro Úbeda está estrechamente relacionado con al menos dos organizaciones de Silversalud, la "Fundación para la Salud Geoambiental" y la "Fundación Vivo Sano", aunque también es citado en otra fundación espuria como "Escuela sin Wifi". Y que ha abierto las puertas de su hospital para la promoción de estas organizaciones y sus embustes, como ocurrió con la jornada "La Sanidad frente a las Enfermedades Ambientales" realizada el 7 de mayo de 2012, donde Alejandro Úbeda fue ponente, como lo ha sido en otras actividades de Silversalud. Además ha impartido cursos para la misma organización, como el de "Salud geoambiental", en un módulo de 9 horas con un coste de 200 euros, que se ha ofrecido en 2012 y 2013 al menos, en las instalaciones sede de todas las organizaciones del emporio Silversalud, en Madrid.


No se trata, por supuesto, de establecer una culpa por asociación, que es una falacia argumental. Pero el señor Tomás Delclós debería saber (o sus asesores deberían informarle) que en cuestiones de ciencia es costumbre consagrada divulgar los posibles conflictos de intereses de los investigadores. Cuando un investigador ofrece un estudio sobre, digamos, un aparato diagnóstico determinado, se espera que informe si tiene relaciones profesionales o económicas con el fabricante del aparato, o con los competidores del fabricante, o con alguna otra institución que tenga algún interés claro en el éxito o fracaso del aparato. Es sano, pues. ¿Por qué no se dijo? Si fue por ocultación, es una atrocidad contra los lectores. Si fue por no saberlo, volvemos al problema de un periodismo irresponsable e ignorante que celebra su ignorancia y su incapacidad ya no de hacer investigación de alto nivel, sino una simple búsqueda en Google.

Pero además, si lo que pretende el defensor del lector es tranquilizar a los ciudadanos respecto del interés de El País por mantener cierta objetividad y compromiso con los hechos y deslindarse de los intereses comerciales de una megaempresa dedicada a la venta del miedo, mal lo va a lograr con un "experto" íntimamente ligado a la empresa. Y peor al trasladar a los lectores otra afirmación sin sustento en estudios: "Muchos investigadores sostenemos que las radiofrecuencias pueden inducir efectos subtérmicos, distintos de los contemplados en las normativas para la protección ante daño térmico, pero actualmente no está demostrado que esos efectos subtérmicos resulten nocivos, al menos a corto plazo", dice Úbeda citado por Delclós. Pero no nos da los estudios que hacen que Úbeda y "muchos investigadores" misteriosos y anónimos cuyos nombres deberían darse, sostengan que "algo puede pasar" lo cual no obsta para que salte a afirmar que no está demostrado que esos efectos resulten nocivos... cuando los efectos mismos (de cualquier tipo) tampoco están demostrados. Ciertamente no los ha demostrado Úbeda, del que nos señalan que en la base de datos Pubmed de artículos científicos sobre medicina sólo tiene investigaciones sobre radiación electromagnética de baja frecuencia y corrientes eléctricas en líneas celulares, y una midiendo esta misma radiación en distintos puntos de su hospital, pero nada más, y menos sobre las microondas de la telefonía móvil.

Al final, el equidistantismo se impone en la visión del señor Delclós. Un equidistantismo especialmente absurdo porque pone, como contrapeso de lo que dice una empresa, lo dicho por alguien vinculado a dicha empresa. Y al final lo único que le reprocha tibiamente a su reportera no es desinformar, sino hacerlo "sin tan siquiera citar otros tantos que los contradicen". Es decir establece que resulta legítimo hacerse eco de alaridos irracionales que dicen que la Tierra es plana, que el bicarbonato de sodio cura el cáncer y que las alfombras voladoras son un hecho y están a la venta... siempre y cuando se citen "otros tantos que los contradicen". Vamos, cualquier mentira vale si se anota por ahí "algunas personas dicen que es mentira".

Lo que yo entiendo, siempre como ciudadano, es que el compromiso de El País con la pseudociencia sigue firme. No podría ser de otra manera, quizá, siendo parte de una empresa que tiene como uno de sus mayores generadores de ingresos a Íker Jiménez.

Así que mi pregunta ahora a El País es, señores, ¿quién nos defiende del defensor del lector?